martes, 1 de julio de 2014

PAZ EN LAS FAMILIAS


Hoy te cuento una anécdota de santa Mónica, cuyo hijo Agustín fue un adolescente terrible, y cuyo esposo era muy irascible. Esta buena mamá irradiaba paz y dulzura. Había comprendido que la paz es un don de Dios tan valioso, que vale la pena hacer cualquier sacrificio para no perderla por ningún motivo. El precio era una imperturbable paciencia.
En aquella región del norte de África, donde las gentes eran sumamente agresivas,  las amas de casa le preguntaban a Mónica por qué su esposo, que era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, no la maltrataba nunca a ella, y, en cambio, los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: —Es muy sencillo, cuando mi esposo está de malhumor, yo me esfuerzo por estar serena y tranquila. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues…no nos peleamos.
La paciencia es una madurez. Presupone virtudes tan sólidas como la humildad y la fe en Dios. Conseguirás la paciencia meditando en Jesús bondadoso, sufrido, servicial, y suplicándole vuelva tu corazón a semejanza del suyo, manso y humilde. Que el Señor te ayude a dar pasos para crecer en esta virtud tan necesaria.
Padre Natalio

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