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miércoles, 13 de abril de 2011

Tiempo de reconciliación


"Yo confieso"

Sabemos que, tanto en la vida pública como en la justicia humana corrompida, reina la mentira. Es muy fácil tratar de echar la culpa "al otro" de alguna situación, pero a Dios no lo podemos engañar. Aún así, mientras vivamos, el Señor nos da la gran oportunidad de purificarnos por medio del sacramento de la reconciliación, y también, por el acto penitencial al inicio de cada misa.

Por eso decimos:"Yo-no el otro- confieso...que he pecado mucho...


¡Pero no hice mal a nadie!... han de decir algunos.

Aunque ésto fuera cierto, tal vez pecaste mucho por omisión; no amaste a Dios ni a tu prójimo como debes amarlos; no has puesto ni tu corazón, ni tus disponibilidades o talentos, ni tu tiempo en la medida de lo posible a disposición del Señor, del apostolado de la Iglesia y de las necesidades del prójimo. Y de ésto siempre puedes acusarte.

De la absolución del sacerdote al terminar el acto penitencial("la confesión"), vale lo que dice el Papa Juan PabloII en su exhortación apostólica Reconciliación y penitencia, del año 1984: " La Eucaristía es antídoto, (medicina), que nos libera de las culpas cotidianas y nos preserva de los pecados mortales, es fuente de salvación y reconciliación para todos los hombres".

Para conseguir estos efectos siempre es indispensable la actitud del hijo pródigo, quien lleno de arrepentimiento y amor al Padre, exclama:" He pecado, quiero levantarme y volver al Padre".

Es necesario, sin embargo, recordar que la Iglesia, guiada por la fe en este gran sacramento, enseña que ningún cristiano, consciente de pecado grave, puede recibir la Eucaristía antes de haber obtenido el perdón de Dios, por la confesión sacramental.

La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado,una aversión al mal. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolusión de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de la gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables, ya que al reconciliarnos con nuestro "amigo", nos quitamos un peso del alma, y la gracia( regalo de Dios) nos fortalece para no volver a caer en nuestras debilidades y flaquezas.

Todos los ángeles y los santos miran con benevolencia a los fieles que presentan un corazón dolido por sus pecados, e interceden por ellos; Virgen María, sé nuestra compañera en este camino de regreso al Padre!


Semana Santa..tiempo de reconciliación.