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jueves, 9 de septiembre de 2010

Los límites que educan


En lugar de hablar de sanciones, castigos y penitencias, podríamos hacerlo de límites, libertad y responsabilidad. La educación es un edificio que se sostiene sobre tres pilares: la transmisión de valores, la demostración de que hay un sentido en la vida de cada persona, y la guía hacia un modelo de vínculos en donde el otro es respetado y es considerado como un fin en sí mismo, jamás como un medio para un fin. Estas tres tareas corresponden pimorialmente a los padres, al hogar, a los adultos significativos en la vida de los chicos. Y no hay otra forma de cumplirlas que no sea vivir los valores que se desea transmitir, vivir una existencia con sentido( que no se agote en el tener, en el mostrar, en el hacer) y vivir vínculos significativos, que no sean meras transacciones utilitarias( con la pareja, con los hijos, con los socios, amigos, proveedores, clientes, familiares), es decir con el mundo.
Desde esta perspectiva, los chicos entran en la enseñanza formal ( a cargo de la Escuela), ya educados.
Sus pedagogos esenciales( padres, hogar, adultos), educan con su vida, no con palabras, regaños, declaraciones ni sermones.
Los padres son responsables ante las vidas que trajeron al mundo, o ante quienes adoptaron como hijos. La relación con los hijos es siempre asimétrica, debe serlo, es su naturaleza. No es de pares.
Unos ( los padres) guían a los otros, los educan, les responden. Y una de sus funciones esenciales
es poner límites. El límite enseña que no se puede todo, que no basta desear para tener o hacer, que hay prioridades inmodificables, que la vida se asienta sobre ciclos y que cada ciclo tiene sus leyes y del cumplimiento de las mismas depende, en buena medida, la armonía, el equilibrio y el sentido de una vida.
Cuando ponemos límites enseñamos a elegir. Si no puedo todo, debo elegir.Esto hará que me ponga en contacto con mis reales necesidades y que aprenda a valorar. Una sanción puesta porque sí , es un arbitrio, un capricho que acaso satisfaga al padre, pero nada enseñe al hijo. Pero una sanción anunciada y cumplida según se anunció, en caso de que un límite haya sido transgredido, enseña una ley fundamental en la vida: la de que cada acción tiene una consecuencia. Cuando nos hacemos cargo de las consecuencias de nuestras acciones nos hacemos también responsables. No es libre quien hace lo que quiere, quien ve su camino limpio de obstáculos. Es libre, quien habiendo aprendido que existen los condicionamientos, los límites, las imposibilidades, hace uso de su facultad de elegir. Y aún en los casos en que parece no haber opción, siempre queda una:nuestra actitud ante esa situación.
Los padres que no actúan como tales( poniendo los límites que como adultos les corresponden, fijando reglas de juego, haciéndolas cumplir, manteniendo con amor y respeto la asimetría del vínculo) por temor a que los hijos dejen de comunicarse, a que "busquen lo prohibido" o, en fin, a que dejen de quererlos, tambien educan a sus hijos, aunque no del modo deseable. Les enseñan que las relaciones son negociaciones, que se da cariño a cambio de lo que se recibe, que el amor es una transacción.
Cuando nuestros hijos, gracias al cumplimiento de nuestras funciones como padres, devengan adultos autónomos y responsables( para eso los educamos), estarán en condiciones seguramente de elegir su rumbo en una vida que, inevitablemente, ofrece peligros.
Antes de eso, poner límites y sostenerlos( tambien ir adecuándolos a las edades de los chicos) es ejercer nuestra misión.
Y eso sin duda, es bueno para padres e hijos.
Aunque para unos signifique tiempo y trabajo y para los otros frustraciones y protestas.
Al final, ambos celebrarán.

Sergio Sinay

sergiosinay@gmail.com