Jesús instituye la Eucaristía, donde nos entrega su Cuerpo y
Sangre, todo su ser. En su infinito amor, busca la forma más sencilla para que
lo podamos acoger, se hace nuestra comida.
La descripción de la preparación de la última cena, hace
referencia al desposorio de Isaac y Rebeca (Gn 24). Cada vez que comemos el
Cuerpo de Cristo nos unimos en Alianza perfecta con Dios. Al recibirlo, Cristo
nos acoge en su Corazón y nos enciende en el fuego de su amor.
La habitación de la última cena ya estaba preparada. En sus
designios somos amados desde siempre. Ahora necesitamos disponer el corazón
para acoger a Cristo y dejarnos transformar. Todo nuestro ser es Altar donde Él
se da y nos consagra, para que sólo le pertenezcamos a Él.
Señor, gracias por el regalo de la Eucaristía, pues te haces
presente en todo momento, para ser mi alimento y permitirme vivir en tu
perfecta amistad.
¡Jesús, tú eres el
Pan de Vida!
¿Cómo me preparo para
recibir a Cristo en el Eucaristía!
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