Ayuda de los Ángeles Custodios
San Mateo termina la
narración de las tentaciones de nuestro Señor con este versículo: Entonces lo
dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían (Mateo 4, 11). Es doctrina
común que todos los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su
misión comienza en el momento de la concepción de cada hombre y se prolonga
hasta el momento de su muerte. San Juan Crisóstomo afirma que todos los ángeles
custodios concurrirán al juicio universal para “dar testimonio ellos mismos del
ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre”
(Catena Aurea) En los Hechos de los Apóstoles encontramos numerosos pasajes en
que se manifiesta la intervención de estos santos ángeles, y también la
confianza con han sido tratados por los primeros cristianos (5, 19-20; 8, 26;
10, 3-6). Nosotros hemos de tratarles con la misma confianza, y nos asombraremos
muchas veces del auxilio que nos prestan, para vencer en la lucha contra los
enemigos.
Los Ángeles
Custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin
sobrenatural, por lo tanto, los auxilian contra todas las tentaciones y
peligros, y traen a su corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores,
nuestros custodios, y nos prestan su ayuda cuando los invocamos. Nuestro Ángel
Custodio nos puede prestar también ayudas materiales, si son convenientes para
nuestro fin sobrenatural o para el de los demás. No tengamos reparo en pedirle
su favor en las pequeñas cosas materiales que necesitamos cada día, como por
ejemplo, encontrar estacionamiento para el coche. Especialmente pueden colaborar
con nosotros en el trato de las personas que nos rodean y en el apostolado.
Hemos de tratarle como a un entrañable amigo; él siempre está en vela y
dispuesto a prestarnos su concurso, si se lo pedimos. Y al final de la vida,
nuestro Ángel nos acompañará ante el tribunal de Dios.
Para que nuestro
Ángel nos preste su ayuda es necesario darle a conocer, de alguna manera,
nuestras intenciones y deseos, puesto que no puede leer el interior de la
conciencia como Dios. Basta con que le hablemos mentalmente para que nos
entienda, o incluso para que llegue a deducir lo que no somos capaces de
expresar. Por eso debemos tener un trato de amistad con él; y tenerle
veneración, puesto que a la vez que está con nosotros, está siempre en la
presencia de Dios. Hoy le pedimos a la Virgen, Regina Angelorum, que nos enseñe
a tratar a nuestro Ángel, particularmente en esta
Cuaresma.
P.
Francisco Fernández Carvajal
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