Archivo del blog

viernes, 4 de diciembre de 2009

Segunda semana de Adviento:Hacer silencio



La fiesta de Navidad es muy hermosa y muy misteriosa, porque es la Palabras que se hace carne.


Y si lo que viene es la Palabra, la primera exigencia para recibirla es: el silencio.


Coincide con el fin de año laboral, examenes, calor y hasta los preparativos de la Navidad, nos angustian, nos cansan y el ruido nos envuelve. Y si bien la Navidad es una fiesta de familia, organizamos todos los detalles, comidas, regalos y nos olvidamos de la fiesta interior.


Adviento es el tiempo en el que el Señor nos invita a silenciar el corazón.


Y para que haya silencio , es necesario apagar los ruidos... pero del Corazón!


Los ruidos de la vanidad.


Los ruidos de la competencia.


Los ruidos del inconformismos,de protestas y quejas.Y no es una mudez enojada, como cuando nos enojamos y no hablamos. Estamos gritando mudamente.


Y hoy ,las palabras tendrían que ser vínculo constante entre jóvenes y padres, que muchas veces no escuchan. Y por eso gritan la violencia, los exceso y el descontrol. Porque los adultos estamos ocupados y apurados.


No habría tantos problemas de parejas si los esposos se concedieran mutuamente la palabra. Sin estar relojeando o mirando el celular.Diálogo.


A veces escuchamos:" por qué no me dijiste?- porque no me escuchaste, responderán duramente, porque siempre estás apurado, siempre hay algo urgente...


Aspiremos a un silencio fecundo, que acoja la Palabra y en el que se gesten nuestras palabras.


Revisemos nuestra vida, y veremos que las palabras más acertadas, son las que nos dicen aquella personas más silenciosas, las que dicen lo justo y necesario.


En Navidad nos visita la Palabra. Hagamos silencio, permitámosle que penetre y sea fecunda,porque el Señor nos habla en susurros, nos habla a través de simples gestos, de simples momentos,y solo los veremos con un corazón aquietado y en silencio.


Si nuestro corazón está ocupado, lleno, no habrá lugar en él, para que nazca el Niño Jesús.
P.Angel Rossi S.J


lunes, 30 de noviembre de 2009

ADVIENTO: ES EL TIEMPO QUE JESUS NAZCA EN NUESTRA ALMA


Llamamos Adviento al período de cuatro semanas anteriores a la Navidad, en el que la Iglesia toda nos invita a preparar la fiesta, convocándonos a la oración y a gestos de caridad fraterna.
En el tiempo de Adviento la Iglesia revive las "Venidas" del Señor a su Pueblo:

- La venida histórica, como ser humano, como Niño de Navidad en el seno de María Virgen.
- La venida triunfal, como Señor, cuando se manifieste plenamente su Reino en el fin de los tiempos.
- La venida íntima, la permanente, al cristiano que prepara su corazón para vivir la Navidad en plenitud y para el encuentro definitivo cuando el Señor venga.


Llevar a cabo el Adviento significa supone la fe y la esperanza. La fe que es la confianza en Dios y en su palabra; y la esperanza en sus promesas que sin duda se cumplirán en el tiempo por Él indicado.
Yo quisiera que este Adviento pensemos en las "venidas" permanentes del Señor al corazón del pueblo. El secreto para celebrar una verdadera navidad es el amor por Jesús. ¿Cómo corresponder a Uno que nos ha amado tanto?. Un corazón amante es el único pesebre donde Cristo ama llegar en Navidad. Pero ¿dónde hallar este amor?. en el corazón de la Trinidad. Existe un amor por Jesús perfecto, infinito, sólo digno de Él, y descubrimos que existe para nosotros la posibilidad de formar parte de él, de hacerlo nuestro, de acoger con éste a Jesús en Navidad. Es el amor con el que el Padre celeste ama a su Hijo, en el momento mismo de generarlo.
En el bautismo hemos recibido tal amor, porque el amor con el que el Padre desde la eternidad ama a su Hijo se llama Espíritu Santo; y nosotros hemos recibido en nuestro bautismo al Espíritu Santo.
En Él se nos ha dado el mismo amor del Padre por su Hijo. Jesús es el mismo que nos asegura esto y muy claramente: ..."para que el amor con que Tú me has amado esté en ellos y yo en ellos", dice dirigiéndose al padre (Jn 17,26). En nosotros, por tanto, por gracia, existe el mismo amor con el que el Padre ama al Hijo. ¡Qué descubrimiento, qué horizontes para nuestra oración y nuestra contemplación!. Dios Padre me ama como ama a Jesús. El cristianismo es gracia, y la gracia no es sino esto: participación en la naturaleza divina (2 Pedro 1,4), o sea, en el amor divino.
Algunos místicos han hablado de una Navidad especial, misteriosa, que ocurre en el "fondo del alma". Esta se celebra cuando la criatura humana, con su fe y humildad permite a Dios Padre generar de nuevo en ella al propio Hijo. Una máxima recurrente de los Padres - de Orígenes a San Agustín y a San Bernardo - dice "¿De qué me sirve que Cristo haya nacido una vez en Belén si no nace por fe en mi alma?", de ésto se trata el Adviento: que Cristo nazca en el alma por la fe como nació en María por la fe antes de la encarnación. Es el nacimiento místico de Jesús en el alma cuya semillas se nos han donado en el bautismo y que debemos hacer germinar con la gracia. El Señor viene siempre a nosotros, nos ha amado y nos sigue amando. Este es el servicio de amor a nuestros hermanos que debe caracterizar a todo cristiano que se jacte de serlo: amar al prójimo como Jesús los ama. Sin el nacimiento místico no hay Navidad en el mundo, sino una fiesta meramente social y bastante paganizada. Sin el nacimiento místico no hay posibilidad de amar como nos ha enseñado el Señor.