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jueves, 17 de julio de 2008

Dónde pongo a Dios en mi vida


Estaba haciendo la lista del supermercado. También anoté el turno para el pediatra. El día está húmedo y la ropa no se seca. La comida, los informes del trabajo y el tren que no funciona, son mis problemas que siguen. ¡Y recién son las 9 de la mañana!
Por la tarde, revisar las tareas de los niños, los abuelos que quieren que los acompañe al banco, y este dolor de cabeza que no se me pasa! Todos los días lo mismo!
Y sin contar con mis íntimos problemas y preguntas que me hago cada tanto, por este cansancio de lo cotidiano.
La vida parece una sucesión de acontecimientos monótonos, que hacen que me pregunte: ¿ésto es todo? ¿así es la vida?
¿Cuántas veces te preguntaste ésto?
Encontrarle un sentido a mi vida y el por qué yo estoy aquí, son preguntas muy profundas para las cuales no siempre tengo respuestas.
Hablar de esto que nos pasa a las mujeres, desde una nueva óptica, la espiritual, es el objetivo de esta publicación.
Todo lo enunciado, nos marca un "afuera" y nosotras vamos a hablar del "adentro", del alma, del amor.
En el corazón, llevamos una profunda huella de Dios, nuestro Creador, y si no lo incluimos en nuestra vida siempre va a haber un vacío que nada, ni nadie, llenará.
¿Tiempo para Dios? ¿Cuándo? Hazle un lugar a Dios allí donde pasas la mayor parte del tiempo, en la cocina, en el trabajo, con la familia. Haz que entre en tus cansancios, en tus dificultades y alegrías. Sin Dios, lo cotidiano será el "terrible cotidiano".
¿Cómo cambian las cosas cuando las emprendemos con Dios, cuando miramos desde su óptica, cuando le ofrecemos nuestros esfuerzos, cuando lo invocamos cada día?
Estemos atentas y descubramos el amor de Dios en las pequeñas cosas, y veremos que esta ordinaria tarea de todos los días, se transforma en extraordinaria misión que tiene como meta, nuestra paz y la de nuestra familia.